El viaje continúa y nos lleva a cruzar la frontera por Georgia. La primera impresión del país no fue la mejor, entramos por Batumi, una combinación de ciudad de frontera con ciudad de veraneo de rusos, una mezcla poco atractiva. Una vez ahí decidimos adentrarnos en el país y tomar caminos por las montañas sin asfaltar, con cruce de ríos incluidos, donde de nuevo la gente que nos veía pasar dejaba sus tareas para mirarnos. Notamos que hemos cambiado de cultura en varios aspectos. Cambiamos el té por la cerveza y las mezquitas por las iglesias y monasterios.
La naturaleza del país nos enamora, las montañas, con los restos de nieve en los picos, el cambio de los bosques que vamos notando con el paso de los kilómetros. El conjunto nos presenta una postal llena de verde y vida, donde somos testigos de la tranquila vida de la zona más rural del país.
El objetivo puesto en llegar a Armenia
Con el objetivo puesto en llegar a Armenia seguimos una ruta por el sur del país que nos adentra en el valle donde se ubica el pueblo de Vradzia. Es en ese momento cuando sentimos lo que fue durante su máximo esplendor la Ruta de la Seda, ya que en el momento en que la ruta dejo de ser la unión de Oriente y Occidente, la mayoría de pueblos y fortalezas de este valle quedaron totalmente abandonados, no hubo nada ni nadie que fuese cambiando el paisaje más que el paso del tiempo. De manera que encontramos castillos, caravanserais, monasterios y casas excavadas en las paredes del valle tal cual estuvieron hace mil años.
De camino a la frontera de Armenia, conduciendo por un camino sin asfaltar, nos encontramos con otros moteros de Eslovenia que estaban viajando por la región. Nos hizo ilusión pues ya hacia bastante tiempo que no nos cruzábamos a otros viajeros y siempre es un placer encontrarse gente en situación similar a uno y compartir historias de viaje.
Y de repente cruzamos a Armenia y nos enfrentamos a otro nivel de carreteras. En un estado bastante más precario donde los agujeros abundan obligándonos a ir más lento.
Atravesamos Armenia de norte a sur cruzando por su historia a través de los monasterios que salpican el país. Nos impresionan dos lugares del país especialmente, el Monasterio de Tatev, en el sur del país, por su increíble ubicación y las vistas que ofrece, y el cementerio de Noratus, por su carácter único, con lapidas medievales de puro estilo armenio donde cuentan en relieves la vida de los muertos.
Las montañas del país hacen que las rutas sean espectaculares aunque los últimos kilómetros no podemos disfrutarlas pues las lluvias y los vientos nos lo impiden, pero todos sabemos que son los riesgos de los viajes en moto.
Desde el sur de Armenia hasta Irán
Por el sur de Armenia entramos a Irán. Ingresar al país con una moto, o cualquier vehículo, requiere de cierta burocracia y dinero de por medio. Esto se debe a que el país cuenta con una legislación muy proteccionista hacia su industria. Al importar un vehículo a Irán el gobierno lo graba con un impuesto haciendo que dentro del país cueste dos o tres veces su valor real. Por ello quieren asegurarse de que una vez dentro del país no vas a vender tu vehículo. Para ello la legislación da 3 opciones para viajar con tu vehículo, o conseguir un Carnet de Passage, dejando un depósito de 4 veces el valor del vehículo en alguna asociación del automóvil (en el caso de España en la RACE), dejar un deposito en algún banco iraní y retirarlo a la salida del país, también muy por encima del valor del vehículo, o pagar a una agencia que haga la burocracia y ponga el deposito por ti a cierto costo. Para nosotros la opción más viable fue la tercera, nos evitamos el papeleo y pagamos porque hicieran todo el trámite. Es curioso que para los iraníes está prohibida la importación y producción de motos de más de 250cc excepto para la policía (una importación temporal para los turistas si está permitida).
Una vez dentro del país, los iraníes nos abren las puertas desde el primer momento. La hospitalidad del pueblo persa nos sorprende, desde frenarnos en la ruta para invitarnos a comer, darnos comida sin ni siquiera hablar inglés, simplemente por hospitalidad, invitarnos a su casa a dormir, ofrecer ayuda… Rara vez puedes estar demasiado tiempo en la calle sin que un iraní se acerque a charlar por la simple curiosidad que sienten hacia los extranjeros y para, probablemente, ofrecer un té. Aún no logramos descifrar cómo es que desde tan jóvenes les inculcan el tema de la hospitalidad, pero creo que es algo que valdría la pena aprender y reproducir, hace que la vida sea de otro color.
Lluvia y mal clima, sufrimos encima de la moto
Tras las lluvias y el mal clima que hemos sufrido en los últimos kilómetros entramos en Irán pensando en el calor. Nada más lejos de la realidad. Descubrimos que el norte del país es una región montañosa, donde encontramos cumbres nevadas y un frío que se niega a abandonarnos. No será hasta nuestra llegada a Teherán cuando cambien las temperaturas.
La capital iraní ha supuesto, en cuanto a kilómetros y tiempo, la mitad del viaje. De manera que es el momento de poner en condiciones la moto para esta segunda etapa, donde la mayoría de las visas tienen fechas específicas e iremos por zonas más desoladas, donde una avería puede llegar a ser un problema serio. Empezamos por otro cambio de aceite, esta vez por uno para mayor temperatura debido al calor del desierto, pasamos de un 10w40 a un 20w50, y un cambio de cadena y piñón. Aprovechamos, para ponerle un piñón más pequeño a la moto, de 16 a 15 dientes. Aunque esto nos quite velocidad punta, a la cual solo llegábamos con la moto descargada, ganamos más potencia, haciendo que el motor vaya más relajado en las aceleraciones y las cuestas.
El tema de que nuestra moto tuviera inyección electrónica era una de las preocupaciones, y resulto serlo con motivo. En este modelo en particular la bomba de inyección de combustible está al lado del motor. El calor de este, sumado al calor ambiente, más el combustible caliente, mientras conducíamos por Teherán había hecho que recaliente la bomba, haciendo que después de unos minutos conduciendo por la ciudad esta fallara. Hubo que conseguir un recambio, pero este modelo de moto al no comercializarse en Irán, más la complicación para la importación, hacia parecer que un recambio iba a ser un problema. Por suerte dimos con un buen mecánico, que encima entendía algo de inglés, y que se encargó de la cuestión y logró adaptarle una bomba de combustible de un coche Volkswagen a la moto sin mayores complicaciones.
En Irán nos desviamos hacia sur del país antes de dirigirnos a la siguiente frontera. Y es que el país tiene muchos atractivos que nos llaman la atención. Mezquitas de ensueño, rincones llenos de historia, restos de la Ruta de la Seda que despiertan nuestra imaginación y nos hacen volar a los tiempos de Marco Polo. Además, con lo que nos había costado la visa y meter la moto no queríamos desaprovechar la oportunidad.
La gente se alegra a nuestro paso y nuestra matricula levanta bastante sorpresa y alegría, los camioneros nos tocan la bocina y nos saludan efusivamente. Incluso nos paran en mitad de la autopista para ofrecernos comida. Además el hecho de que las motos estén prohibidas en las autovías no parece importarle a nadie, los mismos cobradores de peaje en cuanto frenamos en las cabinas para intentar pagar nos saludan y, si saben algo de inglés, nos preguntan de dónde somos y nos dicen que los peajes son solo para los coches o camiones, y con una sonrisa nos dicen que sigamos.
Los iraníes no conducen mal, sólo hacen lo que les da la gana
No es que los Iraníes conduzcan mal ni sean agresivos, simplemente hacen lo que les viene en gana sin mirar por los espejos retrovisores y sin respetar las normas de circulación. Al principio puede ser estresante, pero como dicen, donde fueres haz lo que vieres, y una vez que te acostumbras a su modo de conducir hasta termina siendo divertido, yendo por las aceras o en dirección contraria por las autopistas.
De las nieves que dejábamos en Soria, donde íbamos abrigados con todo lo que teníamos, a los desiertos iraníes donde hace demasiado calor para llevar algo más que una camiseta de manga corta, hemos cambiado mucho de clima. Pienso en los muchos desiertos y montañas que nos quedan por atravesar hasta llegar a nuestro destino, Mongolia, mientras escribo estas líneas desde la antigua capital del Imperio Persa, Persepolis.