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El odio que alimentó las carreras

El enfrentamiento entre Valentino Rossi y Marc Márquez ha trascendido la frontera de la rivalidad para llegar al odio. En ocasiones, el odio impulsó la competición, dando pie a enfrentamientos históricos que engrandecieron este deporte.

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Redaccion Moto1pro
Juan Pedro de la Torre
Autor Foto
Maurice Bula-FIM/ MotoGP.com
Fecha17/04/2018
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Fecha17/04/2018


Hay máximas de las carreras que son irrebatibles. No puedes ser amigo de tu mayor rival. Siendo sinceros, es difícil ser amigo de alguien en el mundo de las carreras. Wayne Rainey decía que tu primer rival es tu compañero de equipo. Cuando John Kocinski llegó a 500 en 1991, se pasó todo el invierno hablando de lo que iba a hacer en esa primera temporada, que estaba listo para luchar con los líderes, que no se asustaba de ellos… “Los dos sabíamos que cuando terminara la temporada la carrera deportiva de uno de los dos estaría arruinada”, recordó Rainey en su biografía.

La rivalidad, el enfrentamiento, e incluso el odio, han alimentado las carreras desde la noche de los tiempos. Es cierto que en el pasado, cuando la competición tenía un carácter amateur, cuando había una limitada proyección mediática y el mundo de las carreras estaba restringido a un ámbito muy reducido, la tensión y las disputas se vivían de otra manera. El profesionalismo terminó con esa relación fraternal. También hay que recordar que los cincuenta y sesenta fueron años duros, en los que muchos pilotos se quedaban en el camino, y había un corporativismo y una relación diferente entre los competidores.

Agostini y Read

Aún así, había rivalidad. Bill Ivy se vio traicionado por la deslealtad de Phil Read, que en 1968 desoyó las órdenes de Yamaha –que Ivy había seguido al pie de la letra el año anterior- y se negó a que su compañero se llevara ese año el título de 250. Es cierto, el título hay que ganárselo en la pista, y los dos quedaron empatados a puntos y resultados, teniendo que desempatar por la suma de tiempos. Ivy presentó dos recursos contra Read. En uno de ellos reclamó contra los números de los dorsales en una carrera, que no eran conformes al reglamento y habría supuesto también su propia descalificación, y con ello habría sido campeón, pero no prosperó, y en la suma de tiempos la carrera de Monza, la última de la temporada, fue determinante: llovía, Ivy se salió recto en la parabólica y perdió casi dos minutos.

No es que Read fuera más o menos conflictivo que otros pilotos, pero años más tarde entró en conflicto con Giacomo Agostini. Llegó a MV Agusta en 1972 como refuerzo para Ago en 350, donde Jarno Saarinen estaba poniendo en apuro al italiano. Cumplió eficientemente su labor de escudero y fue premiado con una plaza en el equipo oficial de 500 en 1973. Saarinen dominó las primeras carreras con la nueva Yamaha OW19, y MV Agusta confió a Read una nueva 500 cuatro cilindros de 433 c.c., evolucionada a partir de la 350, mientras que Agostini seguía con la vieja 500 tricilíndrica. Aquello irritó al italiano y desató una rivalidad entre ambos que les llevó al odio, hasta el punto de que Agostini terminó abandonando MV Agusta a final de temporada. Resulta enternecedor ver cómo años después, ya ancianos, Read y Ago han recordado el episodio, con una sonrisa entre dientes, pero sonrisa al fin y al cabo.

Los yankees: Spencer y Roberts, Raine y Schwantz

Las disputas entre pilotos tuvieron mayor o menor relevancia a lo largo de los años. Ángel Nieto e Italia sostuvieron durante años una relación de amor/odio. Nieto frustró las aspiraciones de varias generaciones de pilotos, porque no sólo terminó ganándoles, sino que lo hizo aupado por fabricantes italianos. En Italia lo conocían como “Il cabrone”. ¿Es necesario traducirlo? Con Pierpaolo Bianchi vivió momentos de gran rivalidad en la pista, pero Bianchi sentía una grandísima admiración por el “12+1”, desde niño, cuando lo vio corriendo en Rimini con la Derbi 50. Con Maurizio Vitali sucedió lo mismo. Y Nieto siempre lo doblegó. Vitali ha lamentado mucho la pérdida de Nieto: “No conseguí batirle nunca. Las veces que gané, a Ángel le pasó algo, se cayó o rompió, así que nunca he tenido una foto conmigo por encima de él, sino siempre con él mirándome desde arriba”, recordó Vitali.

Pero quizás hayan sido los pilotos norteamericanos los que hayan escenificado con mayor crudeza esta rivalidad, y los primeros que hablaron del odio como motor de las carreras. Kenny Roberts y Freddie Spencer protagonizaron una electrizante temporada en 1983, repartiéndose equitativamente todas las victorias de la temporada. Su disputa fue muy intensa, pero hubo un episodio que marcó la ruptura entre ambos: el GP de Suecia, la penúltima carrera de la temporada.

Ese día Spencer se la jugó, realizando una peligrosa maniobra en la última vuelta en la frenada de la recta del aeropuerto, cuya solución para evitar una catástrofe fue una salida de pista de los dos. Spencer regresó antes al asfalto y ganó por 16 centésimas. Roberts estaba tan enfadado por aquella maniobra de Spencer que se tiró más de veinte años sin hablar del tema, y cuando lo hizo le costó controlar su ira, criticando duramente a Spencer. “Pudimos habernos matado”, dijo. Aquel día marcó un antes y un después para “King” Kenny. Entonces comprendió que su tiempo había acabado, tenía sólo 31 años y Spencer era diez años más joven que él, pero había llegado el momento de dejar paso a la siguiente generación.

A esa generación pertenecía Wayne Rainey y Kevin Schwantz. Ellos no fueron tan precoces como Spencer en su llegada al Mundial, lo hicieron ya bien entrada la veintena, pero antes de aterrizar en los grandes premios, Rainey y Schwantz sostuvieron encendidos duelos en el campeonato norteamericano, una pugna que continuó en el Mundial. Su rivalidad les llevó al odio. Es cierto. Había un odio visceral en ellos, pero era un odio necesario, que les retroalimentaba. No bastaba con ganar, había que machacar al rival, y si era Schwantz o era Rainey, mejor. Esa competencia dura y aparentemente insana, los hizo crecer como pilotos, regalándonos algunos de los episodios más célebres de la historia del campeonato.

Cuando Rainey sufrió el accidente en Misano y quedó parapléjico, algo dejó de funcionar dentro de Schwantz. Fue campeón, pero sintió un vacío tremendo: “[Ser campeón] Ha sido algo con lo que he soñado cada día de mi vida desde hace un buen puñado de años, pero renunciaría a ello si con eso Wayne Rainey estuviese de vuelta entre nosotros”, dijo el día que se proclamó campeón. Año y medio después se retiró, marcado por las lesiones y sintiendo que le faltaba un pedazo de sí mismo.

Odio insano: Capirossi, Rossi, Biaggi, Sete

Ha habido muchos episodios de rivalidad insana. Lo que sucede entre Valentino Rossi y Marc Márquez es el mejor ejemplo de ello. Curiosamente, Argentina ha sido escenario de muchas conductas viscerales. En 1998, Kazuto Sakata y Tomomi Manako llegaron a las manos tras concluir el Mundial de 125. Sakata, descalificado tras dar positivo un análisis de carburante en un anterior carreras, fue proclamado campeón al no poder confirmar el contraanálisis la irregularidad. Un comentario entre “boxes”, una mala mirada, una respuesta a destiempo, y los mecánicos tuvieron que separarlos…

Ese mismo fin de semana, Loris Capirossi se proclamó campeón después de tirar a Tetsuya Harada en la última vuelta de la carrera. Descalificado y restituido en la clasificación posteriormente, la tensión a flor de piel entre ambos provocó una pelea entre sus mecánicos, todos ellos miembros del equipo Aprilia. Sin embargo, Harada y Capirossi volverían a tener una relación normal y bastante cordial.

A veces, la peor rivalidad nace en tu propio país, como sucedió entre Valentino Rossi y Max Biaggi. Desde que llegó al Mundial, Rossi mostró una absoluta falta de prejuicios y respeto por el poder establecido. ¿Qué otra cosa se podía esperar de un chaval de 16 años? En aquellos días el piloto dominante en Italia era Biaggi, que reinaba en 250. Durante una entrevista le preguntaron si él se sentía como el Biaggi de 125. “En todo caso, Biaggi es el Rossi de 250”, respondió. Aquello no sentó bien al romano, y así empezó el cruce de declaraciones. “Mejor una hora de Valentino que una vida de Biaggi”, decía una pancarta en un circuito. A Rossi le hizo gracia, y consiguió conocer al autor, celebrando la frase. Gota a gota fue llenando el vaso de la rivalidad con Biaggi. Hasta 2000 no se encontraron en pista, cuando Rossi llegó a 500, y no tardaron en producirse los enfrentamientos. En Cataluña, un año después, llegaron a las manos.

La carrera de Rossi se ha ido alimentando con enfrentamientos viscerales. Con Biaggi continuamente. Después llegó Sete Gibernau, con el que tenía una relación más que cordial, pero en 2004 llegó el primer aviso en Assen, con una fea maniobra de Rossi en el desenlace de la carrera. Y luego Qatar marcó la ruptura definitiva. El punto máximo de la tensión se alcanzó al año siguiente en Jerez, con la maniobra que llevó fuera de pista a Sete y dio la victoria a Valentino.

Entrar en conflicto con el piloto que ha puesto en duda su supremacía ha sido una constante en la carrera deportiva de Rossi. Chocó con Biaggi, chocó con Gibernau, y chocó también con Casey Stoner.

Su maniobra en Laguna Seca en 2008, con un discutido adelantamiento en el Sacacorchos marcó la ruptura entre ambos, sufriendo varios desencuentros posteriormente. Después llegó Jorge Lorenzo, y la guerra entre ambos fue total. Lorenzo ha sido el único que ha doblegado el ánimo de Rossi, hasta el punto de poner en una dura disyuntiva a Yamaha: o él, o yo. “Él”, le contestaron, y se fue a Ducati.

Regresó como hijo pródigo a Yamaha y recuperó su credibilidad, volvió a ser competitivo y volvió a entrar en conflicto. En este caso con Marc Márquez, que es el hombre que marca el ritmo del campeonato. De la relación cordial inicial se ha pasado a un duro enfrentamiento. Márquez ha replicado fielmente las maniobras icónicas que Rossi ha realizado sobre sus rivales, y el propio Valentino ha sido víctimas de sus inventos. En 2015 la cosa llegó a palabras mayores, y se perdió el control de la situación: Termas, Assen, Sepang…

Había costado mucho reconducir la situación hasta una relación civilizada. La tragedia vivida en Cataluña en 2016 por la muerte de Luis Salom hizo de bálsamo reparador. Bajo el podio de Montmeló, los dos se miraron a la cara y se dieron la mano. Nadie esperaba que su relación volviera a ser como antes, porque Rossi tiene clavado en lo más hondo de su corazón que Márquez le robó el Mundial en 2015, y eso nadie puede cambiarlo. Pero podía aguantarse en la misma habitación sin que saltaran chispas. La descontrolada carrera de Márquez en Argentina ha reavivado las ascuas, dando pie a una también descontrolada respuesta de Rossi. Hay un odio insano en todo esto, algo antinatural en las carreras.