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viaje a mongolia en una 125cc

Rumbo a Mongolia… en 125cc

Julia del Olmo es una viajera incansable que tenía muchas ganas de recorrer Mongolia en moto... ¡Pero no tiene carnet! Te contamos su aventura, en este primer capítulo cómo surgió la idea y preparativos.

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Redaccion Moto1pro
Julia Elviria del Olmo
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Julia Elviria del Olmo
Fecha20/06/2018
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Fecha20/06/2018


Hace unos meses recibí un mensaje de Gonzalo, un argentino al que había conocido por un breve periodo de tiempo en Tailandia.

Hola Julia, ¿Cómo andas?

Bien, ¿y tú, qué tal? ¿Por dónde estás?

Bien también, con ganas de ir a Mongolia en moto ¿Andas viajando?

No, estoy en Madrid ahora, pero estoy empezando a preparar un viaje por la Ruta de la Seda. Tu idea suena genial, la verdad.

Si, ¿te interesaría?

Pero… ¿tienes moto?

No, habría que comprarla.

Jaja, bueno, pero ¿qué fechas estás pensando?

¿Marzo?

¡Todavía hace demasiado frío ahí! Podríamos empezar más al sur y llegar para el verano. Pero…  ¿me hablas en serio?

Muy en serio pero… ¿Tú tienes carnet de moto?

No, pero sí sé conducir motos, jaja. Y con mi carnet de coche se puede llevar hasta una de 125cc

¡Genial! ¡con una de 125cc llegamos de sobra! Te aviso cuando compre el vuelo y voy para allá!

Y así es cómo surgió esta loca idea de recorrer Mongolia en moto, en unos cuantos whatsapp fue toda la conversación que tuvimos y que originó este viaje. Después de no vernos por 10 meses, de apenas conocernos, de no tener ni moto ni carnet “de moto” grande nos disponíamos a viajar de Madrid a Mongolia en una 125.

Mis únicos viajes en moto habían sido de dos o tres días por Europa Central y el Sudeste Asiático. Había saboreado brevemente la sensación de libertad que te da una moto y la opción de hacer un gran viaje de esta forma me resultaba irresistible, una aventura que no podía perderme. A pesar de no saber lo qué es una bujía o cambiar el aceite.

Cuando Gonzalo llegó a España empezamos la búsqueda de la moto. El requisito primordial era que fuese de 125cc pues ninguno de los dos tiene carnet de moto. Teníamos claro que debería ser de buena marca, no podíamos arriesgar a tener infinidad de problemas por ahorrar unos euros. Por lo tanto nos decantamos por dos marcas, por su robustez y facilidad de conseguir recambios: Honda y Yamaha.

Apenas empezamos a mira motos dos modelos llamaron nuestra atención, la Honda CBF 125 y la Yamaha YBR 125. Nos parecieron las sucesoras de esas míticas motos camperas, como la Honda CG125, sencillas, robustas, de fácil reparación, sin ser mucho más que dos ruedas, un motor, algunos relojes y un lugar donde sentarse.

Así empezó la búsqueda de motos con estos dos modelos en mente. La primera moto que fuimos a ver fue una Honda CBF125 negra, con 25.000 km en su cuentakilómetros y que parecía en buen estado. Vimos alguna más pero no nos convencieron mucho. Ante la falta de otras opciones decentes nos decidimos por ella.

Solo un par de inconvenientes le hemos encontrado a la Honda CBF125 y es que cuenta con inyección electrónica, que a pesar de requerir menor mantenimiento podría llegar a ser un problema en caso de un arreglo en la ruta. Otro de los inconvenientes de esta moto son sus plásticos laterales para hacerla parecer más musculosa ya que ralentizarían cualquier arreglo que haya que hacerle. Tal es así que hasta el día de hoy estamos pensando como quitárselos y remplazarlos por algo que nos resulte más útil como unos soportes para combustible o agua, ¡sin hacerla quedar muy ridícula! A fin de cuentas una moto en buen estado y completa da la sensación de tener todos los papeles en orden y desalienta a algún posible policía que ande en busca de un extra sueldo.

 

PREPARAR LA MOTO

Una vez comprada la moto fuimos con toda la determinación a una gran tienda de motos y accesorios a por un par de alforjas. Cuando llegamos al negocio ante la pregunta de si tenía alforjas para nuestra moto nos respondió con un simpático y determinante -No, nadie usa esas motos para viajar, por lo tanto nadie fabrica alforjas para ellas. La mejor sugerencia del encargado fueron unas alforjas universales móviles de hasta 20 litros, que a su parecer no valían la pena y al nuestro tampoco. Sin mencionar que 20 litros de equipaje por persona para un viaje así se nos quedaba corto.

Viendo otras opciones, Gonzalo se acordó de un viaje en moto que había hecho por Vietnam, un país donde el coche casi no existe, donde las cargas pesadas se hacen en camiones y absolutamente todo el resto se hace arriba de una moto. Desde mudanzas, llevar familias enteras, cargar la cosecha, el ganado, incluso en alguna ocasión vio una moto cargando otra moto.
Le llamó la atención un soporte que vio en varias ocasiones para llevar cargas a los costados en donde podríamos acomodar nuestras mochilas de viaje, sacos de dormir, tienda de campaña y elementos de cocina.
Vimos que la opción de hacerlo nosotros era factible y legal en Europa, siempre y cuando la envergadura total de la moto no supere el metro de ancho y la estructura no este directamente soldada a la moto. De manera que compramos hierros y electrodos por unos 30 euros y nos acometimos a realizar unos soportes para nuestra moto.

El resto de las cosas necesarias se harían en el camino al poco de empezar el viaje, como el cambio de aceite o el cambio de pastillas de freno delanteras. Partimos con algunas herramientas básicas para realizar los arreglos que hay que ir haciendo durante el camino, es decir, tensado y engrase de la cadena, cambio de aceite, ajuste de zapatas del freno trasero, tensado o afloje del cable del embrague, cambio de bujía…

https://www.moto1pro.com/sites/default/files/viaje_mongolia_125cc_1.jpeg

 

EL VIAJE

A diferencia de otros viajes en moto de los que escuchábamos hablar teníamos muy claro que la moto iba a ser el método y no el fin. Es decir, nuestra idea no era ver todo desde el asiento de una moto, así que pusimos un objetivo diario de 150 km, un objetivo más que realista para nuestra pequeña moto. Además de esta manera siempre tenemos al menos un rato a la mañana o a la tarde para conocer el lugar donde paramos, conocer la gente que nos hospeda y, en lugares que consideremos de intereses, quedarnos más tiempo.

Estimamos un tiempo total de viaje de 6 meses aproximadamente. Por ello salimos al despuntar la primavera, aunque tuvimos la mala suerte de que este año tardaron en subir las temperaturas, con la idea de llegar con los últimos calores del verano a Mongolia, antes de que el otoño haga aparecer las temperaturas bajo cero que se dan en el país.

Nuestra salida de España estuvo plagada de visitas a familiares y amigos, no tuvimos que buscar alojamiento ni una sola noche y pudimos disfrutar de la geografía española con la sensación de una suave despedida. Para Gonzalo, que era su primera vez en España, fue la ocasión perfecta para disfrutar de la gastronomía española.

Bajando de Andorra tuvimos nuestro primer inconveniente, se cortó el cable del cuentakilómetros. Paramos en un par de casas de recambio pero todos nos decían que la pieza habría que pedirla y tardaría al menos 3 días. No consideramos que sea tan esencial como para sentarnos 3 días a esperar por ella así que seguimos sin velocímetro. Superar la velocidad máxima rara vez es un problema en una moto tan pequeña y tan cargada.

A la altura de Francia tuvimos nuestra segunda complicación. Dejamos la moto aparcada, y cargada, y fuimos a comprar. Al volver, con el viento, la moto había volcado. Nuestro caballete, debido al excesivo peso, se venía torciendo hacia adelante y ya no levantaba la moto, de manera que aparcada era totalmente inestable.
Resultó ser bastante molesto pues no nos permitía irnos y dejar la moto tranquilos, continuamente teníamos que asegurarnos que una ráfaga de aire no tumbaría nuestra Honda.
Por suerte en Italia pudimos arreglarlo. Uno granjeros nos dejaron usar su taller para soldar unas piezas de hierro y mejorar el caballete. Ahora parece el de una moto 1200.

Incluso con el mejorado caballete cada gramo cuenta, debemos ser cuidados y no podemos darnos el lujo de andar cargando demasiadas cosas. De manera que solo llevamos lo mínimo indispensable para el día a día.

Atravesando Europa hemos ido viendo aparecer la primavera. Desde la nieve que nos acompañó por Soria y Andorra hasta las aguas cristalinas del Adriático en Croacia donde el calor invitaba a un baño.

Esquivamos las autopistas siempre en busca de las carreteras secundarias. Más lentas y sinuosas. Quizá más auténticas, donde te cruzas con pueblos que salpican el paisaje y te recuerdan que existe la vida, y que continua. El viaje es lento, la moto no da para otra cosa, pero eso nos permite disfrutar mejor de lo que nos vamos encontrando y entender la geografía y los cambios de una forma más cercana.

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Los paisajes van cambiando a un ritmo suave, las montañas dan paso a los valles, los valles a la costa, vuelven las montañas. Cambiamos de países y cruzamos fronteras sin que eso afecte a nuestra vista, cambian los gobiernos y los idiomas pero la tierra sigue igual. De Eslovenia a Croacia o de Montenegro a Albania las carreteras nos han llevado por

Nos cruzamos con otros moteros en la ruta, aparcamos entre BMW GS 1200 o entre Harley Davidson al lado de gente que lleva media vida sobre las dos ruedas. Y aunque las diferencias son obvias la sensación de compañerismo es palpable.

Supongo que vernos debe ser todo un espectáculo pues la gente nos para queriendo saber qué hacemos y hacia dónde vamos. Debe gustarles la respuesta pues más de uno ha querido fotografiarse con nosotros. Especialmente a medida que nos alejamos más de España, ya que una matrícula española en esos países no abunda y menos en una moto de esas características.

Asia empieza a asomar en el horizonte mientras escribo estas líneas desde Estambul. El cambio de continente está a la vuelta de una curva y, de momento, la moto, a un paso lento pero seguro, nos sigue acercando hacia nuestro destino.