La publicación digital del motociclismo
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Los años 70 han pasado a la historia por los vaqueros de campana y la música disco. En nuestro país marcó el final de la dictadura y la llegada de la democracia… Muchos cambios en un tiempo convulso con la guerra de Vietnam de fondo… Fue una época en la que las marcas de motos japonesas comenzaron a dominar el mundo. No pocos se reían de los productos llegados del país del Sol Naciente pero a más de uno se le heló la sonrisa…
Una de esas motos fue la Kawasaki Mach III H1 500 con motor de 2 tiempos de medio litro de capacidad y capaz de alcanzar los 60 CV. En el mundo sajón se le llamó The Widowmaker (La Hacedora de Viudas) por sus prestaciones y precio asequible (en EEUU costaba 999 dólares de la época). La Mach III hacía el cuarto de milla en menos de 13 segundos y superaba en condiciones reales los 160 km/h (la famosa tonelada – 100 millas por hora).
Debo confesar que al ver esta moto me ha entrado una especie de regresión: recuerdo ir al colegio y ver en la ciudad de Las Palmas una H1 500 reluciente en color verde oscuro, apenas estrenada… Para un chaval de 16 años aquello era como ver a Sofía Loren en cueros… Casi medio siglo después, la Mach III no ha perdido un ápice de su atractivo. Las máquinas, a diferencia de los seres humanos, pueden parar el curso del tiempo…
En 1969, cuando la H1 llegó al mercado, la prensa británica dijo de ella: “es la moto que más acelera de la historia, capaz de alcanzar las 124 millas por hora (199 km/h) y recorrer el cuarto de milla en 12,4 segundos”. Para conseguir estas prestaciones de escándalo hacía falta un motor tricilíndrico de 2T y un peso en orden de marcha de 187 kg. Para detener a la bestia el piloto contaba con un disco anterior de 296 mm, apoyado por un freno de tambor trasero de 180 mm. Podríamos decir que la Mach III no iba sobrada en este aspecto.
La Kawasaki H1F 500 de 1975 que ves aquí la vendía la empresa de subastas iconicmotorbikeauctions.com. A primera vista parece estar en buen estado. De ella nos gusta todo, desde el color azul turquesa hasta el colín con asa metálica para el pasajero. Sí, los años 70 fueron inolvidables.
Tras estudiar periodismo e inglés, en los 80 me publicaron una entrevista con Kenny Roberts y desde entonces estoy en este mundo. Dispuesto a aprender hasta la caída de la bandera ajedrezada.
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